EVANGELIO DE SAN JUAN (Jn 20,1-10): “El sepulcro vacío”

El día siguiente al sábado, muy temprano, cuando todavía estaba oscuro, fue María Magdalena al sepulcro y vio quitada la piedra del sepulcro. Entonces echó a correr, llegó hasta donde estaban Simón Pedro y el otro discípulo, el que Jesús amaba, y les dijo: “Se han llevado al Señor del sepulcro y no sabemos dónde lo han puesto”. Salió Pedro con el otro discípulo y fueron al sepulcro. Los dos corrían juntos, pero el otro discípulo corrió más aprisa que Pedro y llegó antes al sepulcro. Se inclinó y vio allí los lienzos plegados, pero no entró. Llegó tras él Simón Pedro, entró en el sepulcro y vio los lienzos plegados, y el sudario que había sido puesto en su cabeza, no plegado junto con los lienzos, sino aparte, todavía enrollado, en un sitio. Entonces entró también el otro discípulo que había llegado antes al sepulcro, vio y creyó. No entendían aún la Escritura según la cual era preciso que resucitara de entre los muertos. Y los discípulos se marcharon de nuevo a casa.

En efecto, ¡Cristo ha resucitado de entre los muertos! ¡Verdaderamente ha resucitado! ¡Aleluya! Este grito de júbilo resuena en toda la cristiandad y le da esperanza, esperanza en tiempos difíciles, cuando ella parece desvanecerse, pues la Resurrección de Cristo es el signo visible de la victoria sobre el infierno y la muerte:

«¿Dónde está, muerte, tu victoria? ¿Dónde está, infierno, tu aguijón?» (1 Cor 15, 55).

En Jerusalén, el Fuego Santo, que hasta el día de hoy desciende milagrosamente a la tumba de Cristo en Pascua, es llevado con alegría por las calles y portado a todas las casas que se abren a él. Entonces un cálido resplandor se extiende sobre la Ciudad Vieja. «¡Cristo ha resucitado!» —se dicen unos a otros. Es como si se respirara un aliento de la victoria del Señor.

Los discípulos de Jesús todavía tenían que recorrer un camino hasta comprender lo sucedido en aquella mañana de Resurrección. Todavía estaban a oscuras. Todavía estaban consternados y de luto por la muerte de su Señor. ¿Qué pasará ahora después de su muerte? Jesús yacía en el sepulcro.

María Magdalena se había apresurado a ir a la tumba. Sin duda, su amor por Jesús la había despertado tan temprano para ir a honrarle y a llorar por Él. Pero se encontró con que la piedra había sido removida. Sospechaba que alguien se hubiera llevado el cuerpo de Jesús. ¿Dónde lo habrían puesto?

Seguramente María Magdalena había escuchado a Jesús hablar de su Resurrección. Sus palabras eran conocidas por todos sus discípulos, y ciertamente habrán hablado entre sí sobre lo que Él había dicho, pero sin entenderlo bien aún. María no pudo interpretar el significado de aquella primera señal, y fue de prisa a informar a Pedro y a Juan.

Los dos corrieron al sepulcro. El Evangelio especifica que Juan llegó primero y vio los lienzos, pero no entró en la tumba. Cuando Pedro entró, vio que el sudario estaba en otro sitio. Entonces también Juan entró en el sepulcro y –como dice el Evangelio– “vio y creyó”.

Con su corazón amante, Juan habrá empezado a comprender, aunque aún no se le desvelara la realidad completa de la Resurrección a partir del testimonio de la Escritura. Pero su corazón ya lo intuía y tal vez incluso lo sabía. Juan veía con el corazón, y el verdadero amor a menudo es más rápido que el entendimiento. Tiene un «acceso directo» a la realidad, mientras que la razón suele necesitar un proceso más largo.

¿Qué habrá pasado en el interior de los dos discípulos? ¿Habrán vuelto a casa con una tímida esperanza y se la habrán transmitido a los demás? Tal vez la luz que había comenzado a manifestarse en el corazón de Juan también contagió a Pedro. No lo sabemos. Pero es posible que así fuera.

En todo caso, el Evangelio simplemente dice que “se marcharon de nuevo a casa”. Pero ya habían entrado en contacto con el acontecimiento de la Resurrección. Habían visto el sepulcro vacío, los lienzos y el sudario. ¿Dónde estaría su Señor?

Muy pronto Jesús mismo les dará la certeza mostrándose a ellos. Entonces los convertirá en testigos de su resurrección y llevarán este mensaje a otras personas para que crean y se salven. ¡Solo falta poco tiempo!

Mientras tanto, María Magdalena, que había vuelto al sepulcro a llorar a Jesús, será la primera en ver al Resucitado. ¡Qué inmensa alegría!

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