Elogio a la Santa Cruz

Primera Lectura:

Festejad a Jerusalén, gozad con ella, todos los que la amáis; alegraos de su alegría los que por ella llevasteis luto; mamaréis a sus pechos y os saciaréis de sus consuelos, y apuraréis las delicias de sus ubres abundantes. Porque así dice el Señor: «Yo haré derivar hacia ella, como un río, la paz, como un torrente en crecida, las riquezas de las naciones. Llevarán en brazos a sus criaturas y sobre las rodillas las acariciarán; como a un niño a quien su madre consuela, así os consolaré yo, y en Jerusalén seréis consolados. Al verlo, se alegrará vuestro corazón, y vuestros huesos florecerán como un prado, se manifestará a sus siervos la mano del Señor». Is 66,10-14c

Segunda Lectura:

Hermanos:
Dios me libre de gloriarme si no es en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por la cual el mundo es para mí un crucificado y yo un crucificado para el mundo! Porque lo que cuenta no es la circuncisión ni la incircuncisión, sino ser una nueva criatura. Y para todos los que se someten a esta regla, paz y misericordia lo mismo que para el Israel de Dios. Que nadie me cause molestias de ahora en adelante, pues llevo sobre mi cuerpo las señales de Jesús. Hermanos, que la gracia de nuestro Señor Jesucristo sea con vuestro espíritu. Amén. Gal 6,14-18

Las lecturas de este domingo se complementan de forma muy precisa y espiritual. San Pablo habla de la Cruz del Señor y afirma que no quiere gloriarse si no es en Ella. También habla sobre la “nueva Creación” que es engendrada por la Cruz…

Y a partir de la Redención que nos trajo la Cruz de Nuestro Señor Jesucristo, podemos comprender el texto del profeta Isaías. Nuestro Dios reina desde el trono de la Cruz; de la Cruz mana la paz para las naciones, si ellas acogen este don que el Señor les ofrece.

La Cruz es el árbol de la vida que describe el libro del Apocalipsis en este parte de la visión:

“En medio de la plaza, a una y otra margen del Río, hay un árbol de vida, que da fruto doce veces, una vez cada mes; y sus hojas sirven de medicina para los gentiles.” (Ap 22,2)

De la Cruz vienen las consolaciones del Espíritu Santo, porque Él nos recuerda el perdón de los pecados y la nueva vida que brota para nosotros de este árbol de vida. La gracia que el Señor nos alcanzó en Ella es como un torrente, una corriente que quiere arrastrar todo lo impuro, lo malo, lo diabólico… En ese sentido, nos dice más adelante la Revelación de San Juan:

“Dichosos los que laven sus vestiduras; así podrán disponer del árbol de la vida y entrar por las puertas en la ciudad. ¡Fuera los perros, los hechiceros, los impuros, los asesinos, los idólatras y los aficionados a la mentira.” (Ap 22,14-15)

Al meditar la Pasión y Muerte de Cristo, es importante que -sin minimizar la maldad de aquellos hechos- miremos profundamente el amor de Dios que se revela en el suceso de la Cruz. Es el acto de amor del Padre, que nos envía a su Hijo para la salvación del mundo, para que ese pecado que nos separa de Dios, sea quitado por Dios mismo. Es ésta la motivación de Dios, quien quiere mostrarnos su infinito amor y llamarnos a su Reino.

Sólo en esta perspectiva podremos entender más a profundidad el misterio de la Cruz. Fue necesario el Vía-Crucis, para liberar al hombre. Así, podemos una y otra vez poner ante la Cruz todos nuestros pecados, limitaciones, debilidades y faltas, para que sean tocadas por el amor de Cristo, que se manifiesta precisamente en la Cruz.

Así como el “buen ladrón”, si nos convertimos sinceramente, podemos entrar hoy mismo en el Paraíso (cf. Lc 23,43) y gustar del agua de vida: “El Espíritu y la novia dicen: ¡Ven! Y el que oiga diga: ¡Ven! El que tenga sed, que se acerque; el que quiera, recibirá gratis agua de vida” (Ap 22,17).
En efecto, allí donde podemos beber el agua de vida, allí donde la gracia de Dios nos purifica en la sangre de su Hijo y nos da nueva vida, allí inicia ya el Paraíso, porque volvemos a la plena comunión con Dios; a aquella cercanía que perdimos en el Paraíso.

Resurge una profunda confianza en nuestro Dios y ésta crece en la medida en que experimentamos e interiorizamos Su amor. ¿Cómo podría el mismo Señor que dio su vida por nosotros, rechazarnos una vez que hemos acogido su amor e intentamos permanecer en su gracia?Entonces, ¡nuestro corazón no puede más que regocijarse por las obras de amor de Dios! Recuperaremos la verdadera vitalidad y nuestros huesos “florecerán como un prado”. ¡Así es como en el Señor Jesús llega a cumplimiento la profecía de Isaías que hoy hemos escuchado! Que el Señor conceda nueva vitalidad a nuestra santa Iglesia; que todas las ilusiones y obras meramente humanas en Ella se desvanezcan; que el influjo de la oscuridad sea rechazado, de modo que la Iglesia, en la fuerza del Espíritu Santo, proclame al mundo su maravilloso testimonio, sin respetos humanos y sin recortes…

Harpa Dei acompaña musicalmente las meditaciones que a diario ofrece el Hno. Elías, su director espiritual. Éstas se basan normalmente en las lecturas bíblicas de cada día; o bien tratan algún otro tema de espiritualidad. Puedes encontrar los audios y textos en el siguiente link: 

http://es.elijamission.net/ (Español)

http://en.elijamission.net/ (Inglés)

https://www.elijamission.net/ (Alemán)

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