En la última meditación, señalé que, de ser posible, se evite el contacto con aquellas personas que nos superan en dinamismo, en cuanto hayamos comprobado que nos influencian negativamente y no podemos resistirles lo suficiente. Vale insistir en que esto no es ser cobardes, sino reconocer prudentemente la propia debilidad. En este contexto, hay que decir que es necesario hacer una distinción, porque también existe en el hombre la tendencia a evadir todo conflicto, para protegerse a sí mismo y procurar una falsa armonía. En este caso, sí podría ser cobardía, y ésta debe superarse necesariamente en Cristo, porque puede llevar incluso a la negación del Señor.
Si tenemos ojos para ver, notaremos que, en el mundo de hoy, las opciones de manipulación son casi omnipotentes. No hace falta crear teorías de conspiración para constatar que los “gigantes” en los mercados del internet pueden mover todos los hilos para influenciar a las personas, y que, efectivamente, en parte lo hacen, así como también ciertos gobiernos.
Si observamos desde la perspectiva católica cuáles son las convicciones que predominan entre los “gigantes de este mundo”, resulta evidente que en su mayoría defienden posiciones morales que son diametralmente opuestas a las católicas. Entonces, no podemos esperar que ellos influyan positivamente a las personas. ¡Al contrario!
Una de las observaciones dolorosas es que incluso en nuestra Iglesia Católica se estén suavizando más y más las convicciones morales más lógicas, de manera que la Iglesia ya no parece ser, como antes, esa autoridad moral como una roca inconmovible en el oleaje.
Para rehuir de esta influencia casi omnipresente en el mundo, es necesario emplear los medios de comunicación con mucha conciencia, sobre todo los “smartphones”, que para muchas personas han llegado a formar parte de su vida, hasta el punto de no poder imaginar vivir sin ellos. Debemos estar conscientes de que estos aparatos se convierten en un particular instrumento de influencia, puesto que permiten transportar mensajes prácticamente siempre y en todo lugar, además de generar dependencias que apenas percibimos.
¡Pero quiero enfocarme en otro punto!
En un tiempo de creciente influencia anticristiana a través de los medios de comunicación, de la política o de la moral que, en general, se está apartando de los mandamientos de Dios, a menudo a través de nuestro propio vecindario o incluso en la familia, es necesario generar en nuestro interior una especie de “celda”, a la cual podamos siempre adentrarnos.
Me refiero a una cierta “recámara del corazón”, donde podamos retirarnos; un espacio espiritual en nuestra alma, que siempre tengamos a disposición, a salvo de todas estas impresiones que nos bombardean desde fuera; una “celda” en la cual podamos cultivar en lo secreto la relación con Dios. A esta recámara interior hemos de retirarnos siempre que notemos que las influencias o incluso manipulaciones se vuelvan fuertes y nos ataquen. Aquí debemos tener en claro que no sólo nos enfrentamos a personas con convicciones erradas o puntos de vista relativistas; sino que son sobre todo los espíritus hostiles a Dios quienes quieren ejercer su influencia sobre nosotros.
Debemos contar con que el espíritu anticristiano querrá asumir cada vez más el dominio sobre este mundo e incluso sobre nuestra Iglesia. Por eso es necesario tener este espacio interior en nuestra alma, que sirva tanto para la retirada, como también para el fortalecimiento y la orientación, de manera que podamos ofrecer la resistencia adecuada. Es éste un espacio que el enemigo no conoce y tampoco puede invadir. En esta celda debemos tener recolectadas muchas oraciones, salmos, el Santo Rosario, palabras de la Sagrada Escritura, la oración del corazón, la adoración interior de Dios, el conocimiento de la auténtica doctrina de la Iglesia…
La celda interior se crea especialmente a través de la contemplación, al permanecer en silencio ante el Santísimo, al orar frecuente y regularmente, al leer la Sagrada Escritura y al recibir los santos sacramentos.
En lugar de hablar de la “recámara de nuestro corazón”, podríamos también decir que nos refugiamos en el corazón de Jesús y de María, que siempre tiene sus puertas abiertas para nosotros.
El que en este tiempo quiera mantenerse firme en la fe que nos ha sido transmitida -y por causa de la verdad deberíamos hacerlo-, necesita más que nunca de esta “celda interior” para retirarse en cualquier momento. Allí está ese espacio de libertad en Cristo, que una y otra vez nos capacita para tomar nuestras decisiones en la verdad y después también ejecutarlas. En la íntima comunión con el Espíritu Santo, que ha sido derramado en nuestros corazones (cf. Rom 5,5), seremos lo suficientemente fuertes en la gracia de Dios para mantenernos firmes en nuestra fe.
“Si Dios está por nosotros ¿quién contra nosotros? ¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿La tribulación?, ¿la angustia?, ¿la persecución?, ¿el hambre?, ¿la desnudez?, ¿los peligros?, ¿la espada? Pues estoy seguro de que ni la muerte ni la vida ni los ángeles ni los principados ni lo presente ni lo futuro ni las potestades ni la altura ni la profundidad ni otra criatura alguna podrá separarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús Señor nuestro.” (Rom 8,31.35.38-39)
Harpa Dei acompaña musicalmente las meditaciones que a diario ofrece el Hno. Elías, su director espiritual. Éstas se basan normalmente en las lecturas bíblicas de cada día; o bien tratan algún otro tema de espiritualidad.
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