En estos días en que la proliferación del así llamado “coronavirus” inquieta a muchas personas, me han sido planteadas preguntas de gran actualidad, que me gustaría abordar. Se trata de la recepción de la santa comunión… En algunos lugares, por recomendación de los obispos a cargo, se está distribuyendo la comunión en la mano en las Santas Misas. Esto es lo que he escuchado de Alemania, de México, de Jerusalén y, aún más, de Italia. Recientemente se tomó la misma medida también en Ecuador.
Me han preguntado cuál es mi punto de vista y cuál sería mi recomendación en la situación actual. Mi respuesta se dirige particularmente a aquellos católicos que acostumbran recibir la comunión en la boca y que ahora se sienten confundidos ante las nuevas instrucciones que se están dando.
En este punto, quisiera agradecer por la confianza que depositan en mí al plantearme tales preguntas. También en la meditación de mañana seguiré con este tema, y ofreceré algunas opciones de cómo afrontar concretamente la situación dada. A los que esperaban ya en esta meditación los consejos concretos, les pido un día más de paciencia, porque antes de la aplicación conviene hacer algunas consideraciones previas.
En primera instancia, tengo la impresión de que, aun viéndolo desde la perspectiva sanitaria, es una medida un tanto exagerada que la comunión se imparta solamente en la mano a causa del coronavirus. En Italia incluso se cerraron iglesias y se cancelaron celebraciones eucarísticas. No se entiende por qué la comunión en la boca habría de ser más perjudicial para la proliferación del virus que la comunión en la mano. Con las manos uno está mucho más en contacto con el entorno que con la boca. En todo caso, sería prudente que los obispos expresen a lo sumo una recomendación –como lo hicieron en Estados Unidos–, y que ni los sacerdotes ni los fieles se vean obligados a distribuir o recibir la comunión en la mano, en contra de sus convicciones. Desconozco en qué términos se han formulado los comunicados en otros países…
La recepción de la comunión es un suceso espiritual. En ese sentido, es totalmente distinta a una comida ordinaria. Por eso, la Iglesia no debería asumir inmediatamente la preocupación de los organismos civiles ni adoptar en su culto sus medidas de prevención. La Santa Misa es un acontecimiento sagrado, y la comunión en la boca, una práctica sagrada. Para dar una recomendación a través de la cual se suspendería esta práctica y se implementaría otra, aunque fuese sólo temporal, tendría que haber un motivo muy serio, que, en mi opinión, no está lo suficientemente dado con el coronavirus.
Y es que la situación se vuelve muy difícil para aquellos fieles que acostumbran recibir la santa comunión en la boca, como suele suceder en muchos países, por ejemplo, en Latinoamérica. Ahora, fácilmente se ven obligados a adoptar una forma de recibir la comunión que les es extraña y les desagrada. Esto puede llevarlos a un conflicto interior, y para algunos puede convertirse incluso en una cuestión de conciencia.
En países donde se frecuenta la comunión en la mano, hay fieles que, por convicción, la reciben exclusivamente en la boca, porque no quieren tocar el Cuerpo de Cristo con sus manos no consagradas. Éstos son motivos de mucho peso, y los fieles que tengan tales convicciones pueden sustentarse en numerosas declaraciones de santos y papas.
El Papa San Juan Pablo II, en su visita a Alemania en 1980, dijo: “No puedo estar a favor de la Comunión en la mano y tampoco la puedo recomendar”. Y en uno de sus escritos señaló que “el tocar las sagradas Especies, su distribución con las propias manos es un privilegio de los ordenados” (Dominicae Cenae, n. 11).
San Francisco de Asís afirmó: “Sólo ellos (los sacerdotes) deben administrarlo, y no otros.”
Santo Tomás de Aquino nos dejó escrito: “Para reverenciar este Santo Sacramento (la Sagrada Eucaristía), nada lo toque, salvo lo que está consagrado; así como la Hostia y el Cáliz están consagrados, así lo están las manos consagradas de los sacerdotes, para tocar este Sacramento” (Summa Theológica, Parte III; Q.82, art3, Rep Obj 8).
Por tanto, para los fieles es difícil verse confrontados a una recomendación o instrucción que afecta al interior del alma, y que puede tocar incluso la intimidad de la relación de amor con Jesús. También para los sacerdotes puede ser una carga el tener que recomendar algo que podría estar en contra de sus convicciones. Conforme a la reglamentación de la Iglesia, los fieles pueden decidir por sí mismos cómo recibir la santa comunión. ¡Y esta libertad de decisión debe ser preservada!
En mi punto de vista, la comunión en la boca, tal como se la practicaba hasta hace poco en toda la Iglesia y sigue haciéndoselo en muchos países, es perfectamente apropiada para la santidad del suceso. En la persona del sacerdote, el Señor nos ofrece su Cuerpo, que hemos de recibir en un gesto de profunda reverencia y, de ser posible, arrodillados. En su Catecismo, el Papa San Pío X nos dice: “En el acto de recibir la Sagrada Comunión hemos de estar arrodillados, tener la cabeza medianamente levantada, los ojos modestos y vueltos a la Sagrada Hostia, la boca suficientemente abierta y la lengua un poco fuera sobre el labio.” (Catecismo de Pío X, n. 643)
Esto no significa que toda persona que reciba de otra forma la comunión carezca de reverencia. Pero la comunión en la boca y de rodillas, sin tocar el Cuerpo de Cristo con las propias manos, es probablemente la actitud más reverente en cuanto al gesto visible.
Desde hace algunas décadas, la Iglesia ha permitido por diversos motivos la comunión en la mano, y son cada vez más los católicos que optan por ella.
Por los motivos ya mencionados, yo considero como más apropiada la comunión en la boca, y estoy muy consciente de que un abuso puede darse mucho más fácilmente al tomar la comunión en la mano. De hecho, esto sucede, y por desgracia incluso sacrilegios. Yo mismo recibo la comunión únicamente en la boca, y es esto lo que siempre he recomendado a los fieles. Sin embargo, no llego hasta el punto de decir que la comunión en la mano sea un pecado y que se estaría cometiendo un sacrilegio. Esto cuenta tanto más en la situación actual, cuando las medidas, aunque desde mi punto de vista sean innecesarias e incluso inapropiadas, están siendo tomadas por la jerarquía y no por los fieles.
Por eso, a pesar de todo el dolor que esta situación suscita, sería importante –de ser posible– encontrar un camino que no afecte a nuestra paz interior, que es tan importante precisamente en la Santa Eucaristía, el acto supremo de la Iglesia.
Harpa Dei acompaña musicalmente las meditaciones que a diario ofrece el Hno. Elías, su director espiritual. Éstas se basan normalmente en las lecturas bíblicas de cada día; o bien tratan algún otro tema de espiritualidad.
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