EL CAMINO DE ADVIENTO – Día 3: “Dios busca al hombre”

«Adán, ¿dónde estás?» (Gen 3,9).

El Corazón de Dios busca al hombre que, tras haber caído en la seducción de los poderes de las tinieblas, le dio la espalda.

Como nos hace entender Jesús en la parábola del hijo pródigo, Dios siempre está a la espera, aguardando nuestro retorno.

El hombre deambula por este mundo sin saber de dónde viene ni a dónde va. Ya no conoce a Dios tal y como es en verdad. Con cada nuevo descarrilamiento, se desvanece más el recuerdo de aquel trato confiado con Dios, el recuerdo de su verdadero hogar: el Paraíso.

Los demonios añaden lo que falta para distorsionar la imagen de Dios. No quieren que en el corazón del hombre esté grabada la imagen de un Padre bondadoso. A menudo, se pervierte esta imagen, como si Dios fuese un soberano arbitrario que se muestra indiferente o incluso hostil con el ser humano; un tirano que no quiere concederle el conocimiento ni permitirle disfrutar de otros bienes deseables, y que impone prohibiciones a todo aquello que podría complacerle.

Por tanto, el hombre debe aprender a «deletrear» de nuevo: «Yo procedo de Dios, mi Padre, y a Él retorno. La creación no es Dios, sino el Creador. No debo ofrecer sacrificios a los ídolos, sino entregarle mi corazón a Dios. Nuestro verdadero hogar no es la Tierra, sino el Cielo. Nuestra verdadera riqueza no son los bienes terrenales, sino los eternos. No hemos de ser los homicidas de nuestros hermanos, sino sus guardianes (cf. Gén 4,9-10)».

«Adán, ¿dónde estás?»

¿Cómo puede Dios llegar al hombre en su extravío? ¡Sí, será un largo camino hasta Belén!

La perdición del hombre debió de ser realmente grave, hasta el punto de que el Padre tuvo que enviar una purificación a la Tierra —el diluvio— (cf. Gén 17-24), y solo encontró a uno que era justo a sus ojos: Noé (cf. Gén 6, 8). ¡Uno entre tantos! ¡Solo uno! Pero a éste lo llamó y le colmó de bendiciones.

¿Fue éste un nuevo comienzo para sus criaturas? Sí y no… El pecado original no había sido extirpado, sino que también «subió al arca», por así decirlo. El hombre no había sido redimido aún. Cuando la Tierra volvió a poblarse, los hombres quisieron llegar muy alto, tan alto que Dios tuvo que detenerlos y confundió sus lenguas (cf. Gén 11,1-8).

¡Aún restaba un largo camino hasta Belén! Fue solo gracias a la paciencia y longanimidad de Dios que la humanidad no se autodestruyó hace mucho tiempo y aún nos queda esperanza.

Sí, desde la eternidad Dios llevaba a Belén en su Corazón, pero aún quedaba un largo camino por recorrer para prepararnos a nosotros, los hombres, para su Venida.

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Meditación sobre la lectura del día: https://es.elijamission.net/el-espiritu-de-temor-del-senor/

Meditación sobre el evangelio del día: https://es.elijamission.net/los-corazones-sencillos-2/

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