¿Qué nos quiere decir el Señor al no haber escogido un palacio real para nacer, rodeado de riquezas materiales, sino una pobre gruta en Belén?
Se nos vienen a la mente las palabras de Jesús: «Mi reino no es de este mundo» (Jn 18,36).
Los primeros en recibir la Buena Nueva proclamada por los ángeles fueron unos sencillos pastores (cf. Lc 2,8-14).
Sí, es un Reino distinto a todos los reinos de este mundo, que Satanás le ofrecería a Jesús al tentarlo en el desierto (cf. Mt 4, 8-9).
Nadie está excluido de este Reino, basta con aceptar el mensaje de la fe.
No es el Reino de los ricos ni de los eruditos, no es el Reino de los gobernantes de este mundo, no es un Reino de vanidades y honores humanos.
Para ser ciudadanos de este Reino no hace falta fingir.
El Soberano de este Reino sirve a los suyos y les lava los pies (cf. Jn 13,2-5).
Es un Reino de amor y de verdad. ¡Es un Reino eterno!
Su Reina es una madre llena de amor.
¿Quién es el más grande en este Reino de los hijos de Dios? ¡El que más ama! (cf. Mc 9,34-37).
¿Quién se autoexcluye de este Reino? El que se niega a amar.
El Niño de Belén colma de bienes a los hombres, porque ha venido por ellos.
Él no necesita el esplendor externo. No necesita riquezas materiales.
Él busca el corazón del hombre y le ofrece el suyo.
Es así de sencillo… ¡Tan sencillo como la gruta de Belén! ¡No se necesita nada más!
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Meditación sobre la antífona O del 22 de diciembre: https://es.elijamission.net/o-rex-gentium-2/

