Antes de culminar la segunda semana de Adviento, repasemos brevemente los puntos esenciales de las meditaciones de los últimos días, que han de servirnos de guía para profundizar en nuestra vida interior. Son los siguientes:
- La meditación de la Palabra de Dios.
- El rezo del Santo Rosario meditado.
- La oración del corazón.
- La participación en dignas celebraciones eucarísticas, junto con la recepción de la Santa Comunión.
- El acercamiento a la contemplación, con sus respectivas disposiciones preparatorias (buscar el silencio, superar los apegos desordenados a las cosas de este mundo y a las personas…).
Retomando este último punto, cabe señalar que la mayoría de las personas no están llamadas a un abandono total del mundo, como ocurre en los monasterios contemplativos. Viven en el mundo y, conforme a sus deberes de estado, tienen obligaciones que les mantienen en contacto con las cosas pasajeras. Quien cumple con sus deberes de estado, de ningún modo se ve separado de Dios por el hecho de no pasar tanto tiempo en silencio ni poder retirarse constantemente.
Sin embargo, también en estas circunstancias debemos estar atentos, porque lo que importa es «cómo» cumplimos nuestros deberes de estado. El padre Gabriel de Santa María Magdalena, un maestro espiritual carmelita, escribe lo siguiente al respecto:
«Hay ocupaciones y contactos con las criaturas que vienen impuestos por las obligaciones del propio estado: son manifestaciones de la voluntad de Dios y, por lo tanto, no es posible sustraerse a ellas para buscar a Dios. Si en esas cosas sabemos ajustarnos a la medida impuesta por la voluntad divina, no hay razón para temer que éstas constituyan un obstáculo para la unión del alma con Dios. Pero es necesario permanecer únicamente en el marco de la voluntad divina; en otras palabras, nuestro contacto con las criaturas y todas nuestras actividades deben estar movidas por una sola intención: el cumplimiento de nuestro deber. Cuando, por el contrario, el afecto de la voluntad se detiene en tales cosas, buscando en ellas algo de satisfacción personal —como la curiosidad, la búsqueda natural de afecto, el afán de reconocimiento, el deseo de ser aprobado por los demás, etc.—, entonces abandonamos el camino de la voluntad de Dios y el corazón se apega a las criaturas, creándose así un verdadero obstáculo».
El desapego, es decir, la libertad frente a las realidades de este mundo, es indispensable para profundizar en la vida espiritual. Por eso el P. Gabriel habla de la «celda interior», expresión también empleada por santa Catalina de Siena. Esta «celda interior», que es aún más importante que una «celda exterior», se forma cuando dejamos que el Señor entre en nuestro corazón y frecuentamos el encuentro con Él en nuestra alma. Vamos aprendiendo a retirarnos siempre a esta «celda interior» para, a partir de ahí, recibir la fuerza del Señor para cumplir nuestra misión. Lo esencial es vencer nuestro apego al mundo pasajero y entregarle nuestro corazón indiviso a Dios. Entonces, Él nos conducirá de tal forma que nos uniremos cada vez más profundamente a Él.
Para mí es muy importante recalcar una vez más que la profundización e interiorización de la fe son esenciales en sí mismas, pero adquieren una necesidad apremiante en los tiempos actuales, en los que la confusión reina en el mundo e incluso en la Iglesia. Así, permanecemos a salvo en el corazón de Dios y de la Virgen. En la seguridad del Señor, podremos recorrer nuestro camino de seguimiento de Cristo y ayudar a las personas que están desorientadas por lo que sucede a su alrededor.
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Meditación sobre la lectura del día: https://es.elijamission.net/un-elogio-a-elias-y-eliseo-2/
Meditación sobre el evangelio del día: https://es.elijamission.net/la-mision-de-elias/
