En las meditaciones de esta semana, reflexionamos sobre la interiorización de la Palabra de Dios, el Santo Rosario y la oración del corazón. También mencionamos brevemente la recepción de la Sagrada Comunión en la Santa Misa, tema en el que me gustaría detenerme un poco más en la meditación de hoy.
A través de la Santa Comunión se produce una íntima unión con el Señor, y Él penetra más profundamente en nuestra alma. En el Mensaje de Dios Padre a Sor Eugenia Ravasio, una revelación privada que he citado en varias ocasiones, nuestro Padre Celestial nos ofrece la siguiente reflexión al respecto:
«Para algunas almas, estas palabras ‘Yo vengo en vosotros’ parecerán un misterio; pero no lo son. Porque, después de haber encomendado a mi Hijo que instituyera la Sagrada Eucaristía, Yo me propuse entrar en vosotros cada vez que recibierais la Sagrada Hostia. Sin embargo, nada me impide venir a vosotros incluso antes de la recepción de la Eucaristía, puesto que nada es imposible para mí. Pero la recepción de este Sacramento es un suceso fácil de entender, que os explica cómo vengo a vosotros. Cuando estoy en vosotros, os doy más fácilmente lo que poseo, siempre y cuando me lo pidáis. Por medio de este Sacramento, os unís a mí de forma íntima, y en esta intimidad mi amor se derrama sobre vosotros, adornando vuestra alma con la santidad que poseo. Yo os inundo con mi amor. Entonces, sólo tenéis que pedirme las virtudes y la perfección que necesitáis, y podéis estar seguros de que, en estos momentos, en que Dios reposa en el corazón de su criatura, nada os será negado».
La atenta participación en la Santa Misa y la recepción de la Santa Comunión son medios eminentes para profundizar en la fe y para que Dios habite en nosotros. Esto es aún más cierto cuando la liturgia se celebra con dignidad y en todos sus elementos corresponde a la santidad de este maravilloso acontecimiento. Cuando esto ocurre, el alma se abre más fácilmente a la presencia de Dios que cuando la celebración se ve distorsionada por elementos que la banalizan.
Para alcanzar la profundización deseada, convendría que, en la medida de lo posible, permaneciéramos un tiempo en silencio antes y después de la Santa Misa, para preparar el alma para el encuentro con el Señor y luego permitir que el tesoro recibido se afiance más profundamente.
En general, la búsqueda del silencio para estar a solas con Dios es un elemento esencial para profundizar en la vida espiritual. De hecho, al Señor le encanta estar a solas con un alma. Entonces puede comunicarse a ella de manera familiar.
Después de haber hablado sobre la inhabitación divina en nuestra alma a través de la Sagrada Comunión, Dios Padre continúa exponiendo en el «Mensaje a la Madre Eugenia» que había citado hace un momento:
«Quiero mostraros también cómo vengo a vosotros por medio de mi Espíritu Santo. La obra de esta Tercera Persona de mi Divinidad se realiza en silencio, y a menudo el hombre no lo percibe. Pero para mí es un medio muy apropiado para permanecer, no solo en el Tabernáculo, sino también en el alma de todos los que están en estado de gracia, para establecer allí mi trono y morar siempre ahí, como el verdadero Padre que ama, protege y asiste a su hijo. Nadie puede imaginar la alegría que siento cuando estoy a solas con un alma».
Así pues, profundizar en nuestra vida interior consiste en que, habiéndole abierto de par en par las puertas de nuestro corazón al Señor y volviéndoselo a ofrecer después de cada pequeña ofensa para reconciliarnos con Él, dejemos que esta vida divina se despliegue en nosotros.
De esto se trata el camino interior. En efecto, el Señor mismo nos dice en el Evangelio: «El Reino de Dios está en medio de vosotros» (Lc 17,21). Y santa Teresa de Ávila escribe al respecto:
“Para hablar con su Padre Eterno no ha menester ir al cielo, (…) ni ha menester alas para ir a buscarle, sino ponerse en soledad y mirarle dentro de sí y (…) con gran humildad hablarle como a padre, pedirle como a padre, contarle sus trabajos, pedirle remedio para ellos, entendiendo que no es digna de ser su hija” (Camino de Perfección, Cap. 28).
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Meditación sobre el evangelio del día: https://es.elijamission.net/los-violentos-conquistan-el-reino/

