Queridos oyentes, hoy saldremos del marco acostumbrado de nuestras meditaciones diarias, porque aquí en Jerusalén, donde me encuentro actualmente con Harpa Dei, se celebra en este día la Fiesta de la Dedicación de la Basílica del Santo Sepulcro. En esta iglesia se encuentra tanto el lugar donde Jesús fue crucificado como también el sitio de su Resurrección. Estos dos lugares esenciales para la cristiandad –el Calvario y el Sepulcro– son el centro de las celebraciones litúrgicas y de las peregrinaciones.
Con motivo de esta fiesta, queremos hoy compartiros un poco de nuestro ministerio en Tierra Santa. Además, queremos que todos sepáis que siempre llevamos a nuestros oyentes a la Cruz del Señor, y los incluimos en nuestros tiempos de oración en este lugar santo.
Después de no haber estado en Jerusalén por más de dos años, debido a las restricciones relacionadas con el coronavirus, pudimos finalmente volver a la Ciudad Santa, que durante los años previos se había convertido en nuestro hogar espiritual y donde solíamos pasar gran parte de nuestro tiempo. También están volviendo ahora muchos peregrinos, aunque ciertamente en menor cantidad que antes de la crisis.
La Basílica del Santo Sepulcro es única en muchos sentidos. Una gran peculiaridad es que aquí “conviven” los ortodoxos griegos, los armenios, los católicos romanos y los coptos, y todos ellos tienen derechos en esta iglesia y celebran en los lugares santos sus respectivas liturgias, muy diferentes entre sí. Así, en la Basílica del Santo Sepulcro resuenan los cantos sacros, a veces desde la medianoche hasta la mañana, y siempre en las horas de la madrugada.
Nosotros –es decir, yo (el Hno. Elías), Harpa Dei y la Hna. Corinna– pasamos las primeras horas de nuestra oración matutina en silencio en el Calvario, ante la Cruz del Señor. En la madrugada suele haber pocas personas rezando; los grupos de peregrinos normalmente empiezan a llegar un poco más tarde.
Mientras oramos, escuchamos de fondo la liturgia armenia, que inicia alrededor de las 3:30. A pesar de ser un pueblo pequeño, los armenios están presentes en muchos de los lugares santos en Jerusalén. Siendo Armenia la primera nación que adoptó el cristianismo como religión oficial (a inicios del siglo IV), tiene una liturgia de tradición milenaria, con cantos que hacen resonar en la entera Basílica los santos misterios. Uno de los más bellos es el “Surb”, que estamos escuchando de fondo: “Santo, Santo, Santo es el Señor, Dios de los ejércitos.”
También están presentes en la Basílica del Santo Sepulcro los coptos, que son los cristianos de Egipto. Rodeados de una mayoría musulmana, estos cristianos han demostrado frecuentemente su fidelidad a Cristo aun a precio de su vida. Los coptos celebran tres veces a la semana su liturgia a las 5:00, en la parte posterior del sepulcro. El canto “Epouro” (que escuchamos en el fondo) es considerado como uno de los más bellos cantos litúrgicos de la Iglesia copta: “Oh Rey de la paz, danos Tu paz y perdona nuestros pecados.”
A veces simultáneamente con la liturgia copta, comienza a las 6:30 la Misa en latín de los franciscanos, que es celebrada ante el Sepulcro del Señor, excepto los viernes, cuando tiene lugar en el Calvario. Gracias a la valentía de San Francisco de Asís, que salió al encuentro del sultán, desde hace más de 800 años los franciscanos son custodios de los lugares santos. Con mucha frecuencia celebran en la Basílica la Misa votiva de la Resurrección, cuyo verso de entrada estamos escuchando de fondo.
Tres o cuatro veces por semana, los griegos ortodoxos celebran su Divina Liturgia alrededor de la medianoche, y así las puertas de la iglesia se abren a partir de esa hora y es posible participar de la celebración. Los peregrinos ortodoxos suelen acudir en gran número, aunque sea en medio de la noche. Su liturgia se caracteriza por una gran solemnidad, y durante el Tiempo Pascual resuena una y otra vez la aclamación de Resurrección que escuchamos en el fondo: “Cristo ha resucitado de entre los muertos, muriendo destrozó la muerte, y a los que yacían en las tumbas les ha dado la vida.”
Nosotros, como pequeño grupo, cantamos temprano en la mañana las Laudes y en la noche las Vísperas y Completas en la Capilla de la Invención de la Santa Cruz, que es, por así decir, la cripta de la Basílica del Santo Sepulcro. Es el sitio donde Santa Helena, la madre del Emperador Constantino, encontró la Cruz de Cristo. Cuando cantamos la Liturgia de las Horas, no pocas veces vienen personas, que se quedan escuchando un rato o permanecen hasta el final, absorbiendo profundamente los cantos. A veces son enteros grupos de peregrinos. Así, pueden experimentar un momento de recogimiento y serenidad en esta grande iglesia que, debido a los numerosos visitantes, suele ser muy ruidosa y agitada durante el día.
De esta manera, nuestro Oficio Divino se convierte también en un apostolado, por la gracia de Dios, y hemos recibido conmovedores testimonios que muestran lo que la música sacra puede obrar en las personas.
Con este breve relato y con los cantos sacros de las diversas liturgias, que expresan la riqueza de la Iglesia y que se reúnen en Jerusalén, esperamos haber podido trasladaros espiritualmente a la Basílica del Santo Sepulcro, conocida también como la “iglesia de la Anástasis”; es decir, de la Resurrección.