Col 1, 24–2,3
Ahora me alegro de poder sufrir por ustedes, y completo en mi carne lo que falta a los padecimientos de Cristo, para bien de su Cuerpo, que es la Iglesia. En efecto, yo fui constituido ministro de la Iglesia, porque de acuerdo con el plan divino, he sido encargado de llevar a su plenitud entre ustedes la Palabra de Dios, el misterio que estuvo oculto desde toda la eternidad y que ahora Dios quiso manifestar a sus santos. A ellos les ha revelado cuánta riqueza y gloria contiene para los paganos este misterio, que es Cristo entre ustedes, la esperanza de la gloria.
Nosotros anunciamos a Cristo, exhortando a todos los hombres e instruyéndolos en la verdadera sabiduría, a fin de que todos alcancen su madurez en Cristo. Por esta razón, me fatigo y lucho con la fuerza de Cristo que obra en mí poderosamente. Sí, quiero que sepan qué dura es la lucha que sostengo por ustedes, por los de Laodicea y por tantos otros que no me conocen personalmente. Mi deseo es que se sientan animados y que, unidos estrechamente en el amor, adquieran la plenitud de la inteligencia en toda su riqueza. Así conocerán el misterio de Dios, que es Cristo, en quien están ocultos todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento.
A través de su testimonio, San Pablo nos hace notar un aspecto de suma importancia. Él pudo cooperar para que la salvación que Dios nos ofrece en su Hijo Jesucristo llegara a su plenitud en la Iglesia, que es su Cuerpo místico. Sabemos cuántos sufrimientos tuvo que soportar San Pablo, particularmente aquellos padecimientos interiores de su servicio apostólico. Este aspecto forma parte elemental de la misión que Dios confió a este gran Apóstol. De hecho, Jesús no nos redimió solamente a través de su predicación; sino a través de su Pasión y Muerte. Y esta victoria que el Señor obtuvo gracias a su Pasión, Muerte y Resurrección ha de actualizarse y realizarse plenamente en la Tierra. Para que esto suceda, también nosotros podemos unir todos nuestros sufrimientos a los del Señor, sirviendo a la Iglesia de esta manera.
¡Esta es una buena noticia, pues significa que todo cuanto hacemos y padecemos puede servir para la evangelización del mundo entero! ¡Nada es en vano! Hasta el más mínimo acto tiene un valor; cada negación de sí mismo; cada pequeño sacrificio; cada circunstancia adversa soportada con paciencia… ¡Todo esto se convierte en la leña que hace arder a la misión!
San Pablo incluso se regocija del sufrimiento que padece por la Iglesia. Esta alegría puede ser comprendida solamente si se toma en cuenta que este Apóstol estaba inflamado de amor. Él sabía que a través de sus sufrimientos sostenía a la misión, y conocía la inmensa eficacia del ‘apostolado interior’. De esta manera, su anuncio de la Palabra estaba profundamente cimentado en Dios.
Pablo tuvo que aguantar un arduo combate. Y si lo dice no es para ensalzarse ante los demás ni para que todos vean sus méritos; sino para consolar a la comunidad de Colosas y Laodicea. Convenía que estos cristianos sepan que el Apóstol había sufrido por ellos, en el seguimiento de Aquel que dio su vida por él.
También para nosotros es un consuelo saber que muchos han sufrido a fin de que nosotros hallemos el camino de regreso a la casa del Padre. Cuanto más notemos nuestras debilidades e incapacidad; cuanto más vemos que no logramos ser aquello que quisiéramos ser… tanto más importante es que recordemos que otros han sufrido y se han sacrificado por nosotros.
En este contexto, quisiera contar una pequeña anécdota. Hace un tiempo visité un monasterio carmelita. Una hermana de edad avanzada, aparentemente insignificante, se me acercó y, con mucho cariño, me dijo que ella, en lo escondido, apoyaba mi misión con su oración y sacrificios. Hasta hoy es para mí un consuelo saber que hay alguien que reza, y tal vez también padece por mí. De esta manera, puedo decir que ha surgido una unión invisible en Cristo con esta hermana. Probablemente esto es lo que quiso decir San Pablo al pedir que los cristianos estén “unidos estrechamente en el amor.” Cada sufrimiento que se acepta conscientemente acrecienta el amor en la Iglesia.
¡El anuncio del evangelio es tan necesario para instruir a las personas! Es el maravilloso mensaje de Cristo, en el cual “están ocultos todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento”. ¡Dios nos ofrece la plenitud de la vida en Sí mismo! Si nuestro corazón está lleno de este amor, también los labios pronunciarán palabras amorosas, para que las personas lleguen a la plenitud del conocimiento.
Harpa Dei acompaña musicalmente las meditaciones que a diario ofrece el Hno. Elías, su director espiritual. Éstas se basan normalmente en las lecturas bíblicas de cada día; o bien tratan algún otro tema de espiritualidad.
http://es.elijamission.net