¿Cómo estar vigilantes?

Hoy respondemos a una tercera pregunta de uno de nuestros oyentes:

“¿Cómo estar vigilantes para no caer?”

La vigilancia es un concepto esencial para describir la vida en el seguimiento de Cristo. Vigilancia no significa, de ninguna manera, un miedo y una tensión constante que descubre el mal por doquier y tiene que protegerse a toda hora. Si se vive así, se le da demasiada importancia al mal, y se olvida que el Diablo ya ha sido vencido. La victoria de Cristo sólo ha de ser actualizada en el mundo, y también nuestros combates sirven a este fin.

Por otra parte, tampoco podemos vivir en una confortable seguridad y sosiego mientras estemos en este mundo, porque así no sabríamos medir las situaciones reales y podríamos caer en presunción y autosuficiencia.

Ninguno de estos dos extremos representa la actitud adecuada ante la situación en la que nos encontramos en nuestra vida terrenal.

¡Hay que estar conscientes de que realmente estamos en un combate! No en vano la Sagrada Escritura nos advierte: “Sed sobrios y velad. Vuestro adversario, el Diablo, ronda como león rugiente, buscando a quién devorar. Resistidle firmes en la fe” (1Pe 5,8)

En este contexto, quisiera indicar que se puede recurrir a otras meditaciones pasadas en las que he tratado esta temática. Pueden encontrarlas en el blog donde publicamos las meditaciones diarias:

es.elijamission.net > “Archivo” > “Meditaciones sobre la vida espiritual”

Ahí hemos subido un folleto sobre la temática del Combate Espiritual (en el futuro seguiremos subiendo otros documentos de interés sobre la vida espiritual, para ponerlos a su disposición).

Por eso hoy solamente mencionaré las reglas generales que nos ayudan a estar vigilantes.

a) La vigilancia requiere de la oración constante y perseverante. Aparte de los tiempos de oración regulares, es muy aconsejable mantener un diálogo espontáneo, personal e interior con Dios. Cuando se entra en una situación nueva y desconocida, todo hemos de hablarlo con el Señor, pidiéndole su protección y su guía, para no ser sorprendidos.

b) Otra ayuda será la recepción regular de los sacramentos, incluyendo el sacramento de la penitencia.

c) Se requiere un buen conocimiento de sí mismo; es decir, estar conscientes de las propias debilidades. Éste es un punto esencial, para no ser engañados por el Diablo, por el mundo o por uno mismo. Si conozco mis debilidades, podré poner en juego la así llamada “segunda libertad”, para proteger mis puntos frágiles; además de pedir la ayuda especial de Dios y de sus santos. Aplicar la “segunda libertad” significa tomar las medidas que correspondan para sostener mi “decisión fundamental”, que en este caso sería la de resistir a las tentaciones.

A continuación quisiera poner un ejemplo ficticio, que podría ayudar a entender cómo podemos resistir a una tentación con la ayuda de Dios.

Supongamos que cada vez que me encuentro con cierta persona, acabamos hablando mal de otras personas. Esto sucede prácticamente cada vez, y después me avergüenzo, porque sé que el hablar mal de los demás va en contra del mandamiento del Señor. Pero parece haber como un acuerdo entre ella y yo, de manera que la conversación siempre desemboca en estos temas.

-Ahora, el primer paso sería admitir la realidad con toda claridad, sin autoengaños ni justificaciones.

-El segundo paso sería admitir la culpa que uno mismo tiene, sin echársela a la otra persona.

-El tercer paso sería tomar la decisión que corresponde: o bien evitar cualquier conversación con esta persona durante un cierto tiempo; o bien interrumpir la conversación en el momento en que se ponga negativa. En cuanto a esta última opción, vale recalcar que requiere de una gran vigilancia y sinceridad, e implicaría vencer los respetos humanos y la cierta costumbre que se ha formado.

-Otro paso sería renunciar en la oración ante Dios a esa “alianza malsana” que parece haberse creado con esta persona, y distanciarse totalmente de ese enlace negativo. Confiando en el amor de Dios, hemos de abrirle a Él la maldad de nuestro corazón, que ha sido la causa de haber hablado mal. Entonces le pedimos al Señor que nos sane y nos libere.

-Cada derrota que suframos en este combate; es decir, cada recaída en ese comportamiento anterior, hemos de llevarla inmediatamente ante el Señor, pidiendo su perdón; y, dado el caso, acudir cuanto antes a la confesión.

-Además convendría examinar cuál fue el punto donde no tuvimos la suficiente vigilancia y cuál fue la razón de ello…

Si no somos lo suficientemente fuertes para evitar hablar mal, a pesar de todos nuestros sinceros esfuerzos, entonces deberíamos buscar una forma prudente de interrumpir el contacto con la persona en cuestión, al menos durante un tiempo. Pero si por razones de peso no podemos evadirlo, hemos de evitar cualquier palabra innecesaria, y direccionar la conversación en otro sentido cuando se esté acercando al tema negativo. Uno también podría decirle concretamente a la otra persona: “no quiero hablar mal sobre los demás“. Quizá esto la lleve a reflexionar…

Es importante prepararse en oración antes de cada encuentro con la persona en cuestión, para invocar la ayuda de Dios y reafirmar la decisión de no querer hablar mal.

Podemos estar seguros de que Dios nos enseñará cómo enfrentarnos a una situación tal en su Espíritu. Y cuando a pesar de nuestros esfuerzos sufrimos una derrota, aprenderemos la humildad y nos daremos cuenta de que no podemos avanzar sin la ayuda y la intervención de Dios. Nuestro corazón se volverá agradecido cuando se dé cuenta de que Dios no nos abandona cuando caemos; sino que nos trata con paciencia y con amor, para que podamos vencer con Su fuerza nuestras debilidades y males inclinaciones.

Creo que esto podría ser suficiente para responder a la pregunta planteada. Como mencioné al inicio, podrán encontrar más pautas y consejos en los textos de la página web.

A nivel general podemos decir que hemos de poner manos a la obra en la lucha contra nuestras debilidades y malas inclinaciones. ¡No estamos solos! ¡El Señor ya ha vencido por nosotros! Por eso no se trata de combatir tensos; pero, eso sí, decididos. El combate nos fortalecerá y consolidará en la dicha de poder vivir como hijos de Dios. Además, con nuestras luchas contribuimos a debilitar el poder de las tinieblas. Es la obra de Dios en nosotros, y cuanto más unidos estemos a Él, tanto más fácil será para Él llevarla a cabo… Por eso la mejor arma contra todo tipo de tentaciones es vivir profundamente unidos a Dios y pedir la intercesión de nuestra Madre María.


Harpa Dei acompaña musicalmente las meditaciones que a diario ofrece el Hno. Elías, su director espiritual. Éstas se basan normalmente en las lecturas bíblicas de cada día; o bien tratan algún otro tema de espiritualidad.
http://es.elijamission.net