Antídoto contra la intoxicación anticristiana

1Jn 2,18-27

Hijitos, es la última hora. Habéis oído que tiene que venir el Anticristo: pues bien, ya han aparecido muchos anticristos. Por eso sabemos que es la última hora. Salieron de entre nosotros, pero no eran de los nuestros. Porque si hubieran sido de los nuestros, habrían permanecido con nosotros. Pero sucedió así para poner de manifiesto que ninguno de ellos es de los nuestros. En cuanto a vosotros, tenéis la unción del Santo; y todos estáis instruidos. No os escribo porque ignoréis la verdad, sino porque la conocéis y sabéis que ninguna mentira proviene de la verdad. ¿Quién es el mentiroso sino el que niega que Jesús es el Cristo? Ése es el Anticristo, el que niega al Padre y al Hijo. Todo el que niega al Hijo, tampoco tiene al Padre; el que confiesa al Hijo, tiene también al Padre. Vosotros procurad que lo que habéis oído desde el principio permanezca en vosotros.

Si permanece en vosotros lo que habéis oído desde el principio, también vosotros permaneceréis en el Hijo y en el Padre. Y ésta es la promesa que él nos hizo: la vida eterna. Os escribo esto a propósito de los que pretenden engañaros. En cuanto a vosotros, la unción que recibisteis de él permanece en vosotros, y no necesitáis que nadie os enseñe. Es más, tal como su unción -que es verdadera y no engaña- os enseña acerca de todas las cosas, permaneced en él, del mismo modo que os enseñó.

El tema del Anticristo debe permanecer siempre presente en nuestro seguimiento de Cristo. Las Sagradas Escrituras nos advierten claramente de los lobos que quieren irrumpir en el rebaño (Mt 7, 15), de los «asalariados» que no son verdaderos pastores y huyen cuando ven venir al lobo (Jn 10, 12), de los falsos maestros que introducen herejías perniciosas (2 Pe 2, 1) y de muchos otros peligros. Sería ingenuo creer que nosotros, que portamos el nombre del Señor, no nos veremos confrontados a esta realidad. Jesús les dijo claramente a los apóstoles: «Si me han perseguido a mí, también a vosotros os perseguirán» (Jn 15,20).

Por tanto, es necesario hablar sobre este tema. Es posible que no todos se vean confrontados con la misma intensidad. Pero, puesto que en la Iglesia cada vez parece haber menos pastores que adviertan suficientemente a los fieles sobre las falsas doctrinas y los conceptos morales erróneos, no podemos confiarnos pensando que seremos debidamente informados y protegidos por quienes tienen esta responsabilidad. Por eso es importante que, bajo la guía del Espíritu Santo, a quien san Juan denomina «la unción», nos formemos un cuadro más claro, siempre conforme a la doctrina de la Iglesia. Esto es importante para no caer en engaños.

El pasaje de hoy comienza hablando del Anticristo, que aparecerá antes de la Segunda Venida del Señor e intentará instaurar su «reino», pretendiendo usurpar el lugar de Cristo e igualarse a Él. Así, queda claro quién se oculta detrás. Es el reiterado intento de Satanás de ejercer dominio sobre los hombres y seducir sus almas con engaños para arrojarles a la perdición.

Puesto que ya ha logrado subyugar a gran parte del mundo con sistemas políticos anticristianos, sembrar la desorientación moral en muchas personas e incluso infiltrarse en la Iglesia, su «hora» se acerca cada vez más. No podemos descartar que algunas de las personas que actualmente viven en el mundo tengan que experimentar su régimen de terror. Quizá al principio no se lo identifique como tal, pero pronto se podrá constatar que el Anticristo perseguirá especialmente a quienes permanezcan fieles al Señor y a sus mandamientos (cf. Ap 12,17).

La venida del Anticristo estará precedida por la aparición de «muchos anticristos», como expresa el pasaje de hoy, refiriéndose a aquellos que, aunque salieron de en medio de los fieles, en el fondo nunca pertenecieron a ellos. Esto significa que o bien nunca abrazaron verdaderamente la fe o la perdieron. En todo caso, no son testigos de la verdadera fe, sino que sucumbieron al espíritu de la mentira y, por tanto, engañan a los fieles.

En la actualidad, tenemos que presenciar cómo en nuestra Iglesia hay quienes niegan la presencia eucarística del Señor, reinterpretan la resurrección física de Cristo, niegan el poder sobrenatural de sus milagros y relativizan los pecados mortales. En todo ello se manifiesta el actuar de los «anticristos».

Ahora bien, también puede haber engaños mucho más sutiles que no se expresan abiertamente. Por ejemplo, se afirma que no se cambiará la doctrina de la Iglesia, pero ya no se la toma como realidad normativa en la pastoral. Esto sucedió en ciertas declaraciones papales, como «Amoris Laetitia» y «Fiducia Supplicans».

El Apóstol señala claramente el antídoto contra la intoxicación anticristiana de las comunidades cristianas: «Vosotros procurad que lo que habéis oído desde el principio permanezca en vosotros. Si permanece en vosotros lo que habéis oído desde el principio, también vosotros permaneceréis en el Hijo y en el Padre».

Podremos sustraernos a las falsas doctrinas si permanecemos fieles al Evangelio y a la doctrina de la Iglesia, y así nos consolidaremos en el Espíritu Santo. Por tanto, no necesitamos prestar oído ni dejarnos instruir por aquellos que quieren alejarnos de la verdad.

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Meditación sobre el evangelio del día: https://es.elijamission.net/la-salvacion-en-la-cruz-2/

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