ADVIENTO EN TIEMPOS APOCALÍPTICOS (IV): Las sombras sobre la Santa Iglesia

NOTA: Retomamos hoy la serie sobre “Adviento en tiempos apocalípticos”. Si alguien prefiere escuchar una meditación sobre la lectura o el evangelio del día, puede encontrarla en el siguiente enlace: http://es.elijamission.net/la-cuestion-de-la-autoridad/

En las meditaciones del 9 y 10 de diciembre, nos habíamos enfocado en la oscuridad que vemos a nuestro alrededor. Aunque se trata sin duda de densas tinieblas, éstas no deben llevarnos a la rendición, a una actitud fatalista, como si no pudiéramos defendernos de ellas. También debemos tener en claro que, detrás de toda la oscuridad del alejamiento de Dios, están los poderes de las tinieblas, que quieren apartar a los hombres del camino del Señor o, al menos, dificultárselo.

Es precisamente aquí donde la fe viene en nuestra ayuda y el Señor nos da la clave, al decirnos: “Cuando comiencen a suceder estas cosas, erguíos y levantad la cabeza porque se aproxima vuestra redención” (Lc 21,28).

Por tanto, debemos levantar la cabeza. Dios no permite que la oscuridad se expanda sin incluirla al mismo tiempo en su plan de salvación. Por eso, debemos procurar ver desde la perspectiva de Dios la oscuridad que se cierne sobre los pueblos. Entonces notaremos inmediatamente que ésta proviene del hecho de que los hombres abandonan el camino de Dios. Desde esta perspectiva, tendremos la clave para comprender los acontecimientos y responder adecuadamente a ellos.

Así como a nivel personal nuestra vida cae bajo el dominio del mal cuando transgredimos los mandamientos de Dios, así sucede también en la vida de las naciones. Pero, para adquirir una visión realista de la situación actual del mundo, es necesario echar una mirada a la crisis en nuestra Santa Iglesia.

Las sombras se ciernen sobre la Santa Iglesia

Resulta evidente que vivimos en tiempos apocalípticos, en los que la influencia anticristiana ha penetrado profundamente en la sociedad y, por desgracia, también en nuestra Iglesia. Esto es particularmente trágico, porque la Iglesia debería ser el baluarte espiritual del que habría de venir la mayor resistencia. Sin embargo, se escucha muy poco en ella el llamado a la conversión y a la penitencia, y hacen falta claras instrucciones para los fieles sobre cómo hacer frente a esta influencia anticristiana. Uno se plantea la cuestión de si la Iglesia está siquiera identificando a los poderes anticristianos como tales. Se tiene la impresión de que ya no está aplicando correctamente el discernimiento de los espíritus, que sería tan necesario en estos tiempos, y que ha perdido en gran medida su dimensión profética.

En la actualidad, aquellos que enseñan cosas contrarias a la doctrina de la Iglesia y ponen en duda su enseñanza moral en puntos básicos, pueden moverse libremente en el “suelo eclesiástico”, sin ser corregidos; mientras que aquellos fieles que quieren permanecer fieles a la Tradición y a la doctrina son fácilmente marginados. Se ha emprendido un rumbo que se pretende legitimar con el Concilio Vaticano II y el así llamado “espíritu del Concilio”. Sin embargo, se despoja cada vez más a la Esposa de Cristo de su belleza y trascendencia. Bajo la premisa de la inclusión, quieren dar cabida a todo en la Iglesia, pero no se dan cuenta de que también están abriendo de par en par sus puertas para que penetre en ella el espíritu anticristiano, que infecta al Cuerpo místico de Cristo.

Es importante no cerrar los ojos cuando los lobos irrumpen en el rebaño y sólo quedan pocos pastores que protegen a las ovejas que les fueron confiadas.

La apertura casi ilimitada frente al mundo y sus instituciones hace que, por ejemplo, la autoridad suprema de la Iglesia exhorte a los fieles a someterse a las Naciones Unidas, a la OMS, al Parlamento Europeo; instituciones cuyas políticas tienen una tendencia fuertemente anticristiana. Tales enunciados resultan desconcertantes, sobre todo si se considera que estas instituciones fomentan políticas contrarias a la vida, y, por tanto, contrarias a la misión y a los principios de la Iglesia.

“Mira: la oscuridad cubre la tierra, y espesa nube a los pueblos, pero sobre ti amanece el Señor y su gloria sobre ti aparece”(Is 60,2).

Si nos vemos ya confrontados a estas tinieblas, también se cumplirá la segunda parte de esta palabra de Isaías: “Sobre ti amanece el Señor y su gloria sobre ti aparece”. Precisamente en estos tiempos apocalípticos se nos exhorta a ser luz del mundo (Mt 5,14). Los tiempos de oscuridad deben suscitar resistencia de nuestra parte, y hemos de deshacernos de toda tibieza para ser instrumentos del Señor. No debe intimidarnos el hecho de que sólo unos pocos reconozcan realmente la gravedad de la situación.

La fidelidad al Evangelio y a la auténtica doctrina de la Iglesia es un requisito indispensable para contrarrestar los poderes de las tinieblas. Aquí ya no valen las medias tintas. El Señor quiere hacer brillar su luz a través de nuestra vida. La preocupación por la humanidad y el sufrimiento ante el estado actual de la Iglesia no deben abatirnos, sino que han de movernos a aferrarnos aún más al Señor.

Como fieles estamos llamados a responder en tres niveles a esta crisis en el mundo y en la Iglesia:

  • Rezar con perseverancia por la conversión de los hombres y aprovechar cada oportunidad que se presente para anunciar el Evangelio. Esto incluye también los pequeños sacrificios que podamos ofrecer por esta causa. Debemos saber que, con cada persona que se convierte al Señor, le habrá sido arrebatada una presa al reino de las tinieblas. Además, esta persona empezará a servir al Señor e intentará, por su parte, llevar a más personas a Cristo.
  • Profundizar día a día nuestra propia conversión e intensificar nuestra oración. Cuanto más cabida le demos al Señor para que Él habite en nuestro corazón, tanto más fructífera será nuestra vida, y el amor de Dios podrá llegar a los hombres a través nuestro.
  • Conscientes de que, a fin de cuentas, son los espíritus del mal quienes están detrás de todas las tinieblas, hemos de emprender conscientemente el combate contra ellos y ofrecerles resistencia.

Con la meditación de mañana cerraremos esta serie de “Adviento en tiempos apocalípticos”.

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