La santificación del trabajo

Col 3,14-15.17.23-24

Lectura correspondiente a la Memoria de San José obrero

Por encima de todo, revestíos del amor, que es el broche de la perfección. Que la paz de Cristo reine en vuestros corazones, pues a ella habéis sido llamados formando un solo cuerpo. Y sed agradecidos. Todo cuanto hagáis, de palabra y de obra, hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de él. Todo cuanto hagáis, hacedlo de corazón, como si fuera para el Señor y no para los hombres, conscientes de que el Señor os dará la herencia en recompensa. El Amo a quien servís es Cristo.

Es importante que este día, que a nivel civil conmemora el “día del trabajador”, la Iglesia se lo dedique a San José. Con ello, nos recuerda que incluso el padre adoptivo de Jesús, y por tanto también el Señor mismo, santificó el trabajo del hombre. Si Dios mismo, hecho hombre, pisó y penetró esta dimensión de la vida humana, entonces no existe trabajo que sea demasiado bajo, especialmente si lo hacemos “como si fuera para el Señor y no para los hombres”, como nos aconseja el Apóstol.

En la lectura que hemos escuchado, podemos darnos cuenta cómo San Pablo insiste en relacionarlo todo con el Señor. El mensaje importante para nosotros es lo que nos dice respecto al trabajo: También éste procede del Señor y es para el Señor.

Si lo miramos desde esta perspectiva, nuestro trabajo es un aporte para la edificación del Reino de Dios, que también ha de construirse de forma visible en este mundo. Tratemos de interiorizar este pensamiento: Todo lo que yo haga, siempre y cuando lo haga para gloria de Dios, es un aporte para edificar el Reino de Dios en este mundo.

Otra indicación importante que recibimos de San Pablo es que hagamos el trabajo de buena gana y de corazón. Éste es el aspecto en el que vamos a enfocarnos, para comprenderlo mejor.

Dios llamó todo a la existencia por amor; también a nosotros, los hombres. Toda creatura –aunque tenga que sufrir bajo las consecuencias del pecado- canta la alabanza de su Creador, quien todo lo hizo bien (cf. Gen 1,31). Colaborar en esta Creación, significa ennoblecerla y purificarla de su estado caído.

Pensemos, por ejemplo, en algo de todos los días: la comida. ¿Cómo se la prepara? Una persona podría tomarla sólo funcionalmente y podría serle servida sin amor. Pero también se puede hacer lo contrario: Se la puede preparar y servir de buena gana y con amor.  En este “hacerlo de buena gana” –con lo cual no me refiero a convertir las comidas en comilonas– se está ennobleciendo la alimentación y se la convierte en algo especial, gracias al amor. De hecho, se la eleva a lo que debería ser, pues Dios nos dio los alimentos por amor; nos los dio de buena gana, por decirlo en términos humanas.

Entonces, cuando hacemos nuestro trabajo de buena gana, en el Señor y para el Señor, le estamos dando su sentido más profundo, en el campo que nos ha sido confiado. Así, nuestro trabajo puede reflejar el amor del Creador.

Pero, ¿qué hacer con los obstáculos y las dificultades que encontramos en el trabajo: la maleza, la suciedad, la fragilidad de las cosas, etc.?

Tal vez podemos considerar todos estos obstáculos y dificultades como parte de la lucha que todos tenemos que enfrentar a causa de la caída en el pecado. Si aceptamos este reto –haciéndolo siempre en el Señor—entonces sabremos llevar cada cosa a su destinación, a pesar de los inconvenientes. En el campo específico en el que se enfoca nuestro trabajo, estamos ayudando a que se manifiesten los hijos de Dios, como lo espera con ansias la Creación entera (cf. Rom 8,19).

Entonces, hagamos nuestro trabajo de buena gana y con gran esmero, para que así se descubra el verdadero sentido de todas nuestras actividades. Pensemos en San José, que sin duda trabajó junto con su Hijo divino. Si hacemos nuestro trabajo para el Señor, trabajamos en colaboración con Dios. Entonces no sólo podemos servir a Dios en la evangelización concreta; sino que, permaneciendo en Dios, todos los campos de la vida estarán penetrados por Él. ¡No hay trabajo que sea demasiado bajo cuando está impregnado de amor y se lo hace por amor!


Harpa Dei acompaña musicalmente las meditaciones que a diario ofrece el Hno. Elías, su director espiritual. Éstas se basan normalmente en las lecturas bíblicas de cada día; o bien tratan algún otro tema de espiritualidad.
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