La auténtica relación con Dios (Meditaciones sobre el Mensaje del Padre, Parte 23)

En la meditación anterior, habíamos reflexionado acerca de la fuente y el océano del amor, que el Padre quiere darnos a conocer.

La fuente que emana agua viva es símbolo del conocimiento de Dios. Y nada mejor que el amor para conocer a Dios, puesto que éste es su Ser más íntimo. “Dios es Amor y quien permanece en el amor permanece en Dios y Dios en él” -nos dice el Apóstol San Juan en su carta (1Jn 4,16). Recordemos también aquel gran don del Espíritu Santo: la sabiduría, de la cual se dice que nos permite conocer a Dios en Su mismo Ser y que es un “delicioso conocimiento”. Ya no se lo conoce sólo a través de las obras de la Creación, para a partir de ahí sacar conclusiones sobre Dios; sino que se lo conoce en Su mismo Espíritu; es decir, directamente.

En su Mensaje, el Padre dice lo siguiente:

“Acabo de abrir una fuente de agua viva, que fluirá en abundancia desde el día de hoy hasta el Final de los Tiempos. Vengo por causa vuestra, criaturas mías, para haceros descubrir mi pecho paternal, apasionado de amor por mis hijos. (…) No me basta el haberos mostrado mi amor; quiero abriros, además, mi corazón, pues de él brotará una fuente refrescante que apagará la sed de todos los hombres y los vivificará. Entonces disfrutarán alegrías que hasta ahora no habían conocido, a causa del temor exagerado que tenían de mí, su tierno Padre.

En este pasaje se habla de la sed de los hombres. Esta sed de Dios vive en el hombre aun si no está consciente de ello. Si esta sed no es saciada por Dios, el hombre buscará en todas partes la paz interior, pero no podrá encontrarla en las cosas terrenales. De ahí resultan innumberables sustitutos que el hombre se busca, pero el alma quedará siempre insatisfecha, puesto que su hogar está en Dios. Uno puede evadir ese sentimiento, pero el vacío interior permanecerá e incluso crecerá.

Nuestro Padre les ofrece a los hombres lo más profundo de su Ser: su Corazón mismo. Esta fuente –que es el conocimiento de Dios– fluyó hacia nosotros a través del Corazón de Jesús. A través de Jesús conocemos al Padre: “Quien me ve a mí, ve al Padre” (Jn 14,9). En el encuentro con Dios, nuestra sed de vivir encuentra respuesta.

Continúa el Mensaje del Padre:

“Si queréis experimentar la fuerza de esta fuente de la cual os hablo, debéis primero aprender a conocerme mejor y a amarme tal como yo lo deseo; es decir, no solo como a vuestro Padre sino también como a vuestro amigo y confidente.”

¡Este ofrecimiento de nuestro Padre es de gran alcance, y se desplegará en las diversas formas en que se expresa una relación de amor!

Frente a un padre tenemos una relación de confianza filial. Con el amigo, en cambio, es una relación “a un mismo nivel”, por así decir, de modo que el corazón se abre de “tú a tú”. Esto no excluye que también un padre puede ser a la vez un amigo. Pero hemos de tomarnos a pecho este deseo de nuestro Padre de ser también nuestro amigo y confidente, y aquí podremos conocerlo mejor. Si Él quiere ser nuestro amigo –y en este contexto se nos vienen a la mente las Palabras del Señor: “Ya no os llamo siervos, sino amigos” (Jn 15,15)–, significa que está poniendo Su confianza en nosotros, y desea que nos encontremos con Él en este ámbito. Resulta evidente que lo que el Señor quiere es que nos deshagamos de aquel temor infundado y de una reverencia mal entendida. Esto resuena aún más claramente cuando nos dice que quiere ser nuestro confidente. Esta “reverencia mal entendida” es un gran obstáculo en la relación con Dios y también en nuestra actitud hacia las autoridades de la iglesia.Sigamos escuchando las palabras del Padre mismo:

„Lo que más me entristecía de mi Pueblo Israel y lo que sigue entristeciéndome de la humanidad de hoy en día es la reverencia mal entendida. El enemigo del género humano se ha valido de esta astucia para llevar a los hombres a la idolatría y a las divisiones.”

Conociendo a Dios como Él es en verdad, y llevando así una relación de amor y libertad con Él, lo cual implica la reverencia correctamente entendida, sanaremos también del temor excesivo en la relación con Dios, así como frente a las autoridades y a los hombres en general. Es fácil constatar cuán importante es alcanzar una tal libertad, pues solo siendo el amor el fundamento de la relación con Dios, la reverencia obtendrá su belleza y dignidad. En cambio, cuando está marcada por el miedo, la imagen de Dios se distorsiona y, en consecuencia, también la relación con uno mismo y con las otras personas.


Harpa Dei acompaña musicalmente las meditaciones que a diario ofrece el Hno. Elías, su director espiritual. Éstas se basan normalmente en las lecturas bíblicas de cada día; o bien tratan algún otro tema de espiritualidad.
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