La ascesis (Parte 2)

Como habíamos visto en la meditación de ayer, la ascética tiene como fin disponernos mejor a cumplir la Voluntad de Dios y a no dejarnos dominar por las inclinaciones de nuestra naturaleza caída. La ascética es, entonces, un medio; un esfuerzo imprescindible, que está al servicio de una meta concreta: mejorar por nuestra parte las disposiciones para poder unificarnos con la Voluntad de Dios. Desde este punto de vista, las prácticas ascéticas y la ascesis como tal adquieren su sentido más profundo y su nobleza.

En la Primera Carta a los Corintios (9,24-27), San Pablo escribe:

“Ya sabéis que en las carreras del estadio todos corren, pero sólo uno recibe el premio. ¡Pues corred, de manera que lo consigáis! Los atletas se privan de todo, y total ¡por una corona que se marchita! Nosotros, en cambio, competimos por una inmarcesible. Así pues, yo corro, pero no sin ton ni son; y lucho como si fuera un púgil, pero no lanzando golpes al vacío; al contrario, golpeo mi cuerpo y lo esclavizo, no sea que, habiendo proclamado a los demás, resulte yo mismo descalificado.”

En el deporte podemos observar esto que aquí menciona San Pablo: ¡cuánta disciplina, esfuerzos y renuncias rinden los atletas para alcanzar su meta!

Nuestra meta es otra: Por amor a Dios, concentrarnos totalmente en Él, emprendiendo el combate contra todo aquello que se interponga. Si tenemos esto presente y el Espíritu de Dios nos lo recuerda una y otra vez, no caminaremos sin rumbo ni lucharemos como sea y donde sea, dando golpes al vacío; sino que sabremos qué es lo que tenemos que hacer.

En este contexto, dirijo unas palabras a los “guerreros” de Balta-Lelija: Toda resistencia espiritual contra los poderes anticristianos se lleva a cabo junto con la Iglesia triunfante (el Cordero y su séquito) y con nuestra cooperación. En el capítulo 17 del libro del Apocalipsis dice lo siguiente: “Harán la guerra al Cordero, pero el Cordero, como es Señor de Señores y Rey de Reyes, los vencerá en unión con los suyos, los llamados, los elegidos y los fieles” (v. 14).

La práctica ascética para refrenar el cuerpo y no ceder a las inclinaciones desordenadas es un requisito para fomentar la vigilancia espiritual, para consolidar la disponibilidad a cumplir la Voluntad de Dios y poder así decirle a nuestro Señor: “¡Aquí estamos! ¿Qué debemos hacer?”

Con respecto al combate espiritual y la ascesis, pueden revisarse las meditaciones del 6 y 7 de febrero de 2019, en las cuales me enfoqué particularmente en la lucha por la castidad y la virtud de la templanza (http://es.elijamission.net/ascesis-y-combate-espiritual-parte-i/).

Todos sabemos cuántos ataques está sufriendo la castidad y cómo el espíritu de impureza arremete contra tantas personas. Desgraciadamente, ni siquiera en círculos católicos se fomenta siempre la castidad. Incluso puede suceder que se relativicen los pecados contra la pureza.

En la ya mencionada meditación del 6 de febrero, escribí lo siguiente:

“La que más sobresale y la más difundida de las tentaciones sensuales es la de no manejar la sexualidad conforme al plan de Dios y la doctrina de la Iglesia. Se trata de una pasión fuerte, y no son pocos los que se encuentran constantemente bajo su dominante influjo. En este sentido, los pecados de la carne son incontables… Es cierto que los pecados contra la castidad suelen ser más bien de debilidad y normalmente no se relacionan de forma directa con la voluntad –como sí sucede con la soberbia, que endurece más el corazón–. Sin embargo, no puede dejar de considerarse cuán desastrosas son las consecuencias de la sexualidad desordenada.”

Aquí hemos de asumir seriamente la lucha, sin aceptar ningún tipo de compromisos… Y es que en el campo de la sexualidad no se trata solamente de refrenar los sentidos –como sucede con el comer y el beber–; sino de evitar concretamente el pecado. Todo acto sexual fuera del matrimonio separa de Dios e impide que Su gracia penetre en la persona. Por eso es una irresponsabilidad relativizar en esta esfera. ¿Cómo se podrá combatir, si se piensa que la sexualidad desordenada no es tan grave y ya no se toma como orientación la verdad de la Sagrada Escritura y de la doctrina de la Iglesia? Entonces, es evidente que cualquier debilitamiento de la auténtica doctrina y praxis repercute en la lucha por la santidad. El hombre se debilita, pierde su clara visión y queda envuelto en la niebla.

La situación es distinta si uno lucha sinceramente por la pureza, pero una y otra vez sufre derrotas. Es aquí donde la misericordia de Dios viene a nuestro encuentro con su resplandeciente belleza. En el evangelio vemos cómo Jesús acoge en Su misericordia a la mujer adúltera; pero, al mismo tiempo, le advierte que no peque más (cf. Jn 8,1-11). Aquí vemos un amor que está cimentado en la verdad. ¡Esto es verdadera misericordia! ¡Y una concepción distinta de la misma induce a error!

Para aprender a manejar las inclinaciones desordenadas, refrenándolas con las respectivas prácticas ascéticas, es muy importante buscar la virtud de la templanza, que nos indica la medida justa (http://es.elijamission.net/la-virtud-de-la-templanza/).

La virtud de la templanza se convierte en un “custodio interior”, para emplear apropiadamente los dones de Dios, de tal manera que no afecten a la vida del espíritu. Pero esto no lo conseguiremos sin renuncias, lo que en el lenguaje de San Pablo se denomina como “hacer morir las obras de la carne”, “mortificación” (cf. Rom 8,13)…

La templanza está relacionada con otras virtudes más, tales como la sobriedad, la castidad, la continencia, la modestia… Si nos fijamos en cada una de ellas, veremos su parentesco, porque todas están al servicio de un mismo fin: proteger y fomentar la vida del Espíritu y, por tanto, el actuar del Espíritu Santo en nosotros.

Hay que añadir un punto más… Si practicamos la virtud de la templanza con nuestra voluntad, no sólo estaremos rechazando todo desenfreno y los serios peligros que éste conlleva; sino que, a largo plazo, esta virtud irá calmando y sanando la inquietud de las apetencias de nuestros sentidos. Ahora bien, la ascética no se refiere solamente a la esfera sensual, aunque  hemos hablado primero sobre este campo, puesto que todos los días nos confrontamos a él… Pero también abarca el campo más bien mental, sobre el cual hablaremos mañana…


Harpa Dei acompaña musicalmente las meditaciones que a diario ofrece el Hno. Elías, su director espiritual. Éstas se basan normalmente en las lecturas bíblicas de cada día; o bien tratan algún otro tema de espiritualidad.
http://es.elijamission.net