Distintas expresiones del amor de Dios

Palabras del Padre tomadas del Mensaje a la Madre Eugenia Ravasio:

“Oh hombres, concluid que por toda la eternidad he tenido un solo deseo: darme a conocer a los hombres y ser amado por ellos. ¡Deseo estar incesantemente junto a ellos! ¿Queréis una prueba auténtica de este deseo que acabo de expresar? ¿Por qué habría ordenado a Moisés que construyera el tabernáculo y el Arca de la Alianza, si no es porque tenía el ardiente deseo de venir a mis criaturas, los hombres, y vivir junto a ellas, como Padre, hermano y amigo de confianza?

No obstante, me olvidaron y me ofendieron incontables veces.  Pero para que, a pesar de todo, recordaran a Dios, su Padre, y su único deseo de salvarlos, le di a Moisés mis mandamientos, para que, guardándolos, pudiesen acordarse del Padre infinitamente bueno, que sólo se preocupaba por su salvación presente y futura.

Todo esto volvió a caer en el olvido y los hombres se hundieron en el error y en el temor, considerando que cansaba mucho el cumplir con los mandamientos tal como se los había transmitido a Moisés. Hicieron otras leyes, que iban de acuerdo a sus vicios, para poder cumplirlas más fácilmente. Poco a poco, con el temor excesivo que tenían de mí, me olvidaron siempre más y me llenaron de ultrajes.

Y sin embargo, mi amor por estos hombres, mis hijos, no se extinguió de modo alguno. Cuando constaté que ni los patriarcas, ni los profetas podían darme a conocer entre los hombres, y que no habían logrado que los hombres me amasen, decidí venir yo mismo.”

¡Cuántas veces, tanto al preparar las meditaciones diarias como en mi vida personal, he experimentado cómo las Sagradas Escrituras proporcionan respuestas e indicaciones para la situación concreta! Ahora puedo experimentarlo con alegría y gratitud en estas meditaciones sobre el “Mensaje del Padre”, cuyo contenido se adapta perfectamente a nuestra situación actual.

Hoy podemos empezar reflexionando sobre la gran prueba que nos da el Padre de su deseo de estar en medio de nosotros. El Tabernáculo y el Arca de la Alianza fueron construidas para mostrarnos su cercanía. ¡Cuánto más presente está el Señor hoy en los tabernáculos de las iglesias, y cuántas veces los fieles lo olvidan! ¿Pudo habernos dejado el Señor una muestra más viva de su santa presencia que la de la Eucaristía, junto con el Espíritu Santo y su Palabra? ¡Con cuánta evidencia y claridad se refleja esto cuando nosotros, los católicos, doblamos la rodilla ante la Presencia del Señor!

Precisamente en la crisis actual, deberíamos recordar Su presencia en el Sagrario y visitarlo frecuentemente. Quizá el Señor ha permitido que nos veamos parcialmente privados de Su presencia, porque nosotros, los católicos, apreciamos cada vez menos su especial cercanía. ¡La presencia del Señor en el Tabernáculo (o Sagrario) es un tesoro de la Iglesia Católica! Ni los protestantes ni otras comunidades eclesiales conocen esto así como nosotros lo conocemos. Entre nuestros hermanos ortodoxos, la relación con la Santa Eucaristía también es distinta en este sentido…

Dios quiere vivir entre nosotros como Padre, hermano y amigo de confianza. ¡Qué promesa tan maravillosa! Todas estas formas de amor que experimentamos en nuestra vida humana, tienen su origen en Dios y subsisten en Él. ¿Quién no necesita a veces de un amigo, a quien puede confiarle todo; alguien que sepa escuchar y comprender? Si en el plano humano hemos encontrado un amigo así, somos ya bendecidos. ¡Cuánto más lo seremos cuando descubramos a nuestro Padre Celestial como amigo! Entonces se nos abre una nueva dimensión de confianza en la relación con Él. No sólo estamos llamados y tenemos el honor de vivir como amigos de Nuestro Señor Jesucristo; sino que también el Padre quiere ser nuestro amigo.

Él nos ofrece además el carácter de “hermano”, como una relación natural de amor. Lamentablemente en las familias no siempre se refleja de forma adecuada lo que debería ser una relación fraterna, pero sí en la relación con nuestro Señor. La fraternidad de sangre es un lazo familiar natural, que se basa en el hecho de tener padres comunes. La fraternidad espiritual, entonces, se refiere al hecho de que tenemos y servimos a un Padre Celestial en común. ¡La expresión suprema de ello es que Dios mismo se hace hermano nuestro en la Encarnación del Hijo!

Del pasaje que hoy escuchamos, nos queda reflexionar sobre el hecho de que el Señor nos haya tenido que dar Sus mandamientos grabados en las Tablas de la Ley.

Y es que Su Ley ya no estaba viva en los corazones de los hombres; se habían olvidado de Dios y de sus preceptos. El Señor había sido ofendido. Los mandamientos les habían parecido demasiado difíciles de cumplir e hicieron sus propias leyes, que iban de acuerdo a sus vicios, y cayeron en creciente confusión.

¿No es éste un reflejo bastante exacto del estado en que se encuentra el mundo de hoy? ¿No se crean los hombres sus propias leyes para poder ceder a las inclinaciones desenfrenadas e incluso justificarlas? Este espíritu se ha adentrado aun en la Iglesia, debilitándola en su resistencia contra el “Hijo de la perdición” –el Anticristo–, que viene antes del Retorno del Señor y quiere seducir al mundo.

Esto es lo que el Señor, por amor, quiere recordarnos a través de las reprensiones. A pesar de todo, Su amor a nosotros jamás se ha extinguido ni se extinguirá. ¡Él mismo vino al mundo en la Persona de su Hijo! Ahora, ¿cómo se hará entender aún más claramente? ¿Será en su pronto Retorno?

¡Ven Señor Jesús, Maranathá!


Harpa Dei acompaña musicalmente las meditaciones que a diario ofrece el Hno. Elías, su director espiritual. Éstas se basan normalmente en las lecturas bíblicas de cada día; o bien tratan algún otro tema de espiritualidad.
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