Aprovechar la gracia del Mensaje – Meditaciones sobre el Mensaje del Padre (Parte 34)

En el “Mensaje del Padre” dice lo siguiente:

“Para daros la verdadera felicidad en esta vida y en la otra, deseo que hagáis lo que os solicito en esta Luz. El tiempo es propicio; no dejéis pasar el amor que ahora se ofrece a vuestro corazón de manera tan evidente. A todos os pido que, como medio para ello, aprovechéis la Santa Misa, celebrándola conforme a la liturgia; lo cual me es muy grato. (…) Lo esencial será que me honréis tal como os lo he dicho, instaurando una Fiesta en mi honor y sirviéndome en la sencillez de los verdaderos hijos de Dios, a mí, vuestro Padre, Creador y Salvador de la humanidad.”

En primera instancia, se nos exhorta a aprovechar la gracia que nos es ofrecida en este “Mensaje del Padre”. Y, en efecto, si confiamos y creemos en estas palabras Suyas, nuestro corazón será más profundamente tocado por Su amor.

Recordemos las palabras de Jesús, cuando lloró sobre Jerusalén (cf. Lc 19,41-44). Se lamentaba de que Su Pueblo no hubiese reconocido la hora de la gracia que se le ofrecía en la Venida del Hijo de Dios. Existen esos momentos especiales de gracia, que podemos denominar con el término griego “kairós”.

No cabe duda de que, a partir de la Venida de Jesús al mundo y hasta el Final de los Tiempos, nos encontramos en la “hora de gracia” para la humanidad, en la cual se le ofrece la conversión a todos los hombres.

Pero también dentro de este gran lapso de tiempo, recibimos una y otra vez momentos especiales de gracia, que Dios nos brinda. A nivel personal, podría ser la gracia para dar un paso decisivo, para reconocer nuestra vocación o para profundizarla. También en el camino de seguimiento del Señor se viven tales momentos, en los cuales el Señor nos lleva a un determinado punto, a partir del cual podremos avanzar en la vida espiritual, siempre y cuando aprovechemos ese “kairós”.

Pero estos momentos de gracia no sólo existen en nuestra vida personal; sino también en la historia humana y para la Iglesia entera. Pueden incluso relacionarse con las circunstancias más difíciles, como, por ejemplo, la plaga actual de la pandemia. Ésta puede servir como un “catalizador”, para acelerar la conversión de los hombres, para que se vuelvan a Dios, para que la Iglesia recuerde la misión esencial que le fue encomendada, que es la de anunciar el evangelio a los hombres. Pero esta concientización sólo podrá darse si se interpreta adecuadamente la plaga que estamos atravesando, entendiendo que es Dios quien llama a los hombres a la conversión, y no centrándose en las causas naturales que pudieron haber dado lugar al virus.

En cuanto al “Mensaje del Padre”, se nos ofrece a través de él la enorme gracia de conocer a Dios como Él es en verdad y de profundizar la relación con Él. Esto tiene un valor inconmensurable, tanto para el crecimiento de nuestra vida espiritual a nivel personal, como también para el apostolado. Resulta fácil entenderlo: Cuanto más espacio ocupe Dios en nuestra vida, cuanto más cooperemos con Su gracia, cuanto más seamos transformados interiormente por el Espíritu Santo, tanto más carácter sobrenatural obtendrán nuestras obras. Esto les dará otro nivel de fecundidad, aparte de la alegría que le damos a Dios al corresponder a Su amor.

En el pasaje que leímos, el Padre recomienda la Santa Misa como un medio esencial para asimilar esta gracia que Él nos ofrece. Escribir sobre esto en los tiempos actuales, me duele profundamente, al pensar en tantas personas que, en los últimos meses, se vieron o incluso siguen viéndose excluidas de la participación habitual de la Santa Misa, y que han sido expuestas a situaciones más que extrañas, por decirlo inofensivamente.

Sobre todo, me duele que, en la mayoría de celebraciones eucarísticas en Europa y en América, se insista en que la comunión sea recibida exclusivamente en la mano. Esto no tiene fundamento en el derecho canónico, ni tampoco es una necesidad objetiva ante el peligro de contagio, tal como han demostrado médicos fiables y serios.

Para no pocos fieles, esta situación resulta una carga, y para algunos incluso se vuelve una cuestión de conciencia. En tales circunstancias, si participan de la Santa Misa aun sin comulgar, ciertamente Dios les concederá las gracias que normalmente daría a través de la comunión sacramental. Para que esta situación dolorosa sea fructífera, más aún si no hay ni siquiera la posibilidad de acceder a la Santa Misa, convendría ofrecérselo todo al Señor por la renovación de la Iglesia.

Podemos tener la esperanza de que la Iglesia saldrá purificada después de este proceso, y que el valor de la Santa Misa brillará con tanto más resplandor. Para que esto suceda, la Iglesia ha de ser purificada de los abusos de todo tipo; no por último de los abusos litúrgicos y las banalizaciones. En este contexto, sería importante también que los fieles tengan un acceso irrestringido a la Misa Tridentina, que ha quedado preservada de los abusos litúrgicos.

Para ver la primera conferencia del Hno. Elías sobre «El amor del Padre Celestial»: https://www.youtube.com/watch?v=Wttm_UW7AUU&t=203s


Harpa Dei acompaña musicalmente las meditaciones que a diario ofrece el Hno. Elías, su director espiritual. Éstas se basan normalmente en las lecturas bíblicas de cada día; o bien tratan algún otro tema de espiritualidad.
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